Mi víctima y yo.
- Romina Turconi
- 2 nov 2016
- 4 Min. de lectura

“Esto va a cambiar cuando me valore como se debe…” “¿Y qué puedo hacer yo? ¿No ves todo lo que me está pasando?” “Si él no me dice yo no puedo hacer nada, aunque me duela…” “Es que siempre fui así, ¿sabes lo que tuve que enfrentar en mi vida?” “¿No te das cuenta que me siento cada vez peor, y la situación no me acompaña?” “¡Ella me dijo que lo hiciera!” “¿Y como no voy a estar como loco si no para de exigirme?” “Yo no puedo hacer nada, y menos con cómo están las cosas en el país” “El ya decidió, así que me la voy a tener que bancar” “¡¡Me tendrían que haber elegido a mí!! Eso es acomodo” “Yo no fui” “Él empezó la pelea…” "Deja, ya estoy acostumbrado a esto, siempre solo, nadie me entiende..." “¡Ella debería haberse dado cuenta, es su culpa!” “Se rompió solo…” “El tránsito es un desastre…” (Una hora después del horario pactado) “Me saqué un 10 en matemática, pero la de lengua me puso un 1” “No valgo nada, él no me quiere” ¿Sigo o ya tenemos alguna coincidencia?
Frases que justifican, que explican aquello que no conseguí, que buscan excusarme y desempoderarme porque toda responsabilidad está fuera de mi ser: en la situación, en mi jefe, en la cruel vida, en la economía, en el vecino, en mi pareja, en el universo que no alinea. Si yo no muevo, es porque la circunstancia me frena. Si no construyo, es porque no me dejan. Si estoy deprimida es porque con todo lo que pasa, no hay otra manera de existir. Mi vida transcurre en una dimensión externa a los límites de mi cuerpo, mi mente y mis emociones. Soy una simple reacción a estímulos, mis acciones son reflejo casual de los estímulos que recibo. Mi responsabilidad se anula, soy inocente, impotente, libre de culpa y cargo. La vida me pasa, la circunstancia me atropella, mi ineficacia es producto del medio. ¿Por qué a mí? El resentimiento que me ata como víctima, que me resigna a una existencia conducida por los hilos del destino. ¿Accionar? ¿Moverme? ¿Y yo que tengo que ver? ¡Nada! No puedo hacer nada si esto sigue así, pareciera que se trata de una conspiración… Qué bronca che! ¿Alguno más que quiera sumarse? Si total… ¿Qué le hace una mancha más al tigre? Ya estoy acostumbrada, no me queda otra más que esperar que la cosa cambie, o que alguien registre mi existencia, o cómo me siento, o lo que quiero… Ya va a llegar mi momento!
“¿… que la cosa cambie?” ¿Cómo sería que la cosa cambie? “Ya va a llegar mi momento” ¡¡Momento!! ¿Dónde estás? Te espero hace unos años, pero ni asomaste. Te vi pasar alguna vez allá por la esquina, pero no viniste a tocarme el timbre… Y no. ¿Qué cuestión con esto de cosificar la cosa, el momento, la situación, la vida? Cómo si todo esto nos rodeara con vida propia y nosotros solamente con la posibilidad de mirar, acatar, y esperar que lo de afuera cambie para volver a ajustarnos a lo que el afuera nos propone. ¿Y qué si lo que el afuera propone no me gusta, no me hace sentir como quiero sentirme? ¿Qué rol juego en ese diseño? ¿A quién o a qué cedo el control de mi vida?
Si el resultado no es el que espero, la divina providencia es la responsable y mi única responsabilidad es la creación de la excusa perfecta.
¿Para qué alimento y fortalezco el rol de víctima? Y la respuesta a esta pregunta me ha puesto de frente con algunas de mis sombras más oscuras y hasta maquiavélicas. ¿Qué consigo? Manipulación de mi entorno, atención que juzgaba no tener en mis relaciones, sensación de control, inmunidad, inocencia frente a las consecuencias, la excusa de culpabilidad absolutamente externa a mi, el rol de mártir.
¿Alternativa? Responder ante un desafío, identificar cuál es mi responsabilidad en esa situación. Aceptar, elegir mi actitud, generar aprendizaje: hago conciencia a mis para qué, cuestiono, acciono, transformo. Vivir una vida realmente como actor protagónico: probar matices, modificar el libreto, trabajar mi emoción, mi cuerpo, mis vínculos con los demás, improvisar, generar versiones nuevas y mejores, o quizás no tanto...
Acepto, siempre acepto que con el correr del tiempo ya no soy la misma, y que tanto mis aciertos como mis errores hoy son parte de mi, de mis logros y mis lecciones aprendidas, incluso por aprender, y que todo puede ser relativo. No espero, acciono a pesar de las circunstancias. Me abro a las consecuencias, transito el camino y me apropio de lo que logro, sea lo que esperaba o no. Y si las cosas no salen como esperaba, recalculo. No me enfermo en el control, me rindo ante la incertidumbre, vuelo, salto.
No hay culpas que atan, sí responsabilidades que abren. Porque yo soy mi paz, mi presencia, mi propia conciencia. Aunque también puedo ser mi víctima, mi incoherencia, mi propio caos.
¿Puedo decodificar y crear estímulos, pausar y accionar de manera responsablemente disociada de mi exterior? ¿O existo a través de esquemas secuenciados inalterables de estímulos y reacciones?
El resentimiento ata a la víctima, el perdón libera al ser consciente y responsable. El perdón nos hace poderosos, nos abre el camino para soltar, para explorar livianos... para amar y conectarnos.
“Perdona a todos y perdónate a ti mismo, no hay liberación más grande que el perdón, no hay como vivir sin enemigos. Nada peor para la cabeza, y por lo tanto para el cuerpo, que el miedo, la culpa, el resentimiento y la crítica (agotadora y vana tarea), que te hace juez y cómplice de lo que te disgusta.” <Facundo Cabral>
Comments