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Primeras conversaciones siendo mamá... y coach ontológico.

  • Foto del escritor: Romina Turconi
    Romina Turconi
  • 16 mar 2017
  • 5 Min. de lectura

¿Cómo transito este huracanazo de emociones y lágrimas? Es una de las tantas preguntas que da vueltas desde que hace un mes nació mi hija, Olivia. Y creo que escribir estas líneas, ahora, en un momento de claridad, resultará un catalizador emocional para volver a mi centro una y otra vez.


Cuántas veces hemos escuchado, ya lo vas a entender cuando seas mamá, no existe amor más grande, todo cambia, el cuerpo, el cerebro, las emociones, cambian las prioridades, te cambia la vida, cambian las relaciones, cambia la manera de ver el mundo... Y considerando que el coaching ontológico nos acompaña a prepararnos y atravesar procesos de cambio, aquí me paro y digo... gracias que soy coach! Aunque hablando, según me encuentro experimentando, del proceso de cambio más importante de mi vida, no es tan simple como pareciera...


Cambio acompañado de una sensación punzante de no ser suficiente, de no saber, de no entenderla, de no darme cuenta por qué llora... si es la pancita, es el hambre, o el dedo gordo del pie. Inseguridad respecto a cómo lo estoy haciendo, si es correcto que la alimente de esta manera, si debería despertarla más seguido, si es necesario que la estimule más, si algún día voy a identificar cada uno de sus llantos, cómo suele repetir reiteradamente el inconsciente colectivo. Control, y hasta a veces enojo, por si el otro la cuida como yo lo hago, si tiene en cuenta todo lo que yo tomaría en cuenta estando cerca de ella, que los germenes, las enfermedades, que el ensamble, que las visitas... tan chiquita e indefensa. Angustia por sus dolores, desde los cólicos hasta los agujeritos para las perlas de las orejas, por sentir que le transmito mi desborde psico emocional, por darme cuenta recién 20 minutos más tarde que se había vomitado hasta los pelitos de la cabeza, por quedarnos casi sin pañales, por encontrar la pediatra adecuada; angustia por amamantar y cambiar pañales yendo de la cama al living, y por no poder prácticamente sentarme para responder un mail de manera completa, o escribir una nota, o actualizar el blog, ser yo a través de la escritura; y por supuesto, culpa por sentir esta angustia frente al evento reciente más maravilloso que alguna vez podría haber imaginado. Claro está además, todo en la misma línea de estrés relativo.


Y en paralelo, veo un reflejo de mi misma con ojeras, despeinada, con el camisón tipo disfraz la mayor parte del día, desconociendo días y horarios, sumergida en una dimensión paralela. Una dimensión incierta, ansiosa por encontrar la manera de aprender a ser mamá, sin dejar de ser yo misma, temerosa frente a un ser que depende absolutamente de mi y en torno a quien giran mis minutos, mis días, mis semanas, una dimensión que exponencia todas las emociones que alguna vez sentí. Emociones que se transforman en un estado de ánimo, filtro desde el que hago una lectura selectiva de mi realidad. Emociones que, en principio y si no las reconozco, no las valido, no las cuestiono, mueven en una dirección, el desborde. Y no cualquier desborde, sino aquel que conecta con lo que podría o no suceder, o sea, con un espacio de tiempo que aún no existe. Cuestión no menor que distingo en la claridad. En esa claridad y conciencia que me brinda el detenerme en el instante de la sonrisa de Olivia. El presente nunca tuvo tanto sentido. El tacto de una caricia, los ojitos al despertar, los primeros sonidos de su voz, los hoyitos que se marcan con cada mueca. Ese instante de luz, la manifestación más genuina del amor.


¿Qué encuentro en esta conexión con el presente?


Aceptar con el alma entera que no sé y desde este lugar generar mis propios espacios de aprendizaje como mujer, como pareja, como mamá. Un aprendizaje sin tiempos, paciente.


Registrar, rediseñar y materializar mis conversaciones, para qué me digo lo que me digo, cuáles responden al desborde, cuáles a la magia de una entrega consciente y amorosa al proceso. Construir, involucrar, fortalecer las relaciones que son parte de este cambio y con las que me siento en paz. Con mi compañero jugamos roles parejos, vamos como iguales desde nuestras diferencias, reconociendos y valorándonos. Buscar siempre nuestro ritmo, nuestro paso constante, nuestro equilibrio.


Elegir comprometerme conmigo misma, con mis emociones, con lo que puedo, con lo que no puedo, con lo que quiero y lo que no. Regalarme coherencia. Pedir, decir sí, decir no en el momento que sienta indicado. Reconocer mi vulnerabilidad y aceptar ayuda desde la posibilidad del otro y no desde mi intermitente desborde obsesivo. Los pedidos sinceros me han permitido acuerdos y hasta tratados de paz!


Legitimar mi proceso de cambio, aceptarlo y aceptarme en esta nueva versión. Crear una nueva realidad, soltar lo que fue. Encontrar nuevos tiempos, reconociendo mi incapacidad de controlar, entregándome a la incertidumbre de sentir profundamente en mi interior que todo está bien y que todo va a estar bien. Confiar en mi, en mis elecciones completas y en este nuevo ciclo. Una nueva vida, el nacimiento de un ser maravilloso, la transformación consciente hacia quien quiero ser para Olivia, para mi mundo, para mi misma.

(...) El amor permite la libertad; no solo la permite, sino que la refuerza. Y todo aquello que destruya la libertad no es amor. Será otra cosa. El amor y la libertad van juntos, son dos alas de un mismo pájaro. Siempre que veas que tu amor va en contra de tu libertad, debes saber que estás haciendo otra cosa en nombre del amor.

Permite que este sea tu criterio a seguir: la libertad es el criterio; el amor te da libertad, te hace libre, te libera. Y una vez que eres totalmente libre, te sientes agradecido a la persona que te ha ayudado. Ese agradecimiento es casi religioso. Sientes que en la otra persona hay algo divino. Él te ha hecho libre, ella te ha hecho libre, y el amor no se ha convertido en posesión.

Cuando el amor se deteriora se convierte en posesión, celos, lucha por el poder, política, dominación, manipulación; mil cosas, todas ellas horribles. Cuando el amor se eleva a las alturas, al cielo más puro, es libertad, libertad absoluta.

Si estás enamorado con ese amor del cual estoy hablando, tu amor ayudará a la otra persona a estar integrada. Tu amor se convertirá en una fuerza cimentadora para la otra persona. A través de tu amor, la otra persona se convertirá en un todo, único e individual, porque tu amor le dará libertad. Bajo el paraguas de tu amor, bajo la protección de tu amor, la otra persona empezará a crecer.

Todo crecimiento necesita amor, pero amor incondicional. Si el amor impone condiciones, el crecimiento no podrá ser total porque esas condiciones se interpondrán.

Ama incondicionalmente, no pidas nada a cambio. (...)

Osho - Fragmento de "Aprender a Amar".




 
 
 

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Espacio de reflexión, creativo, de trabajo personal y re-conexión. Conversaciones de coaching personal y profesional (presencial u online), dinámicas de grupos, talleres corporales, encuentros de meditación.

El coaching ontológico es un proceso creativo, reflexivo, transformacional, de aprendizaje que te permite ampliar la capacidad efectiva de acción a través del cambio de observador que hoy estas siendo respecto a una situación. Es por esto, que decimos que trabajamos sobre el ser, sobre quien estás siendo hoy y quien queres ser.

Kairos - "Tiempo sin tiempo".

El momento adecuado en que somos concientes, preparados para vivir plenos, en sincronía, inspirados, presentes aquí y ahora, coherentes y alineados en lenguaje, cuerpo y emoción. 

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